Historia y Origen

No existe una hipótesis clara y definida en cuanto al tronco originario del cual procede, siendo la más generalizada la expuesta por Aparicio Sánchez (1960), que lo hace derivar del antiguo asno egipcio, genuino representante del Equus A. Somalensis, También Salvans y Torrens (1959) coinciden en cuanto al antecedente doméstico, el antiguo asno egipcio, el cual aparece representado en la iconografía jeroglífica. Ver figura 1.

Figura 1. Hombre con asno, 2200 A.C. Museo Egipcio de Turín.

Figura 1. Hombre con asno, 2200 A.C. Museo Egipcio de Turín.

Para unos autores, el antiguo asno egipcio entró en nuestra península con los Camitas o Iberos, aunque para otros su introducción fue más tardía, coincidiendo con la invasión musulmana. En esta época, Rof Codina (s/d), citando lo expuesto por Ruiz Martinez (1918), señala que “los asnos cordobeses, por su corpulencia y aptitudes excepcionales, gozaron de gran reputación, como animales de silla en la época del Califato musulmán”.

Durante un largo periodo de nuestra historia, el asno, por su posible utilización como garañón para la obtención de mulas fue considerado casi un enemigo del caballo, quizás de forma más patente en Andalucía, tierra idónea para la cría de éste último y por lo tanto, lugar de producción de caballos para el ejército. Entre 1462 y 1834, casi cuatro siglos, se mantuvieron leyes y normativas que prohibían la utilización del asno para la obtención de mulas, y casi todas incidían en el área de expansión de nuestra raza, Andalucía.

Una larga sucesión de disposiciones, providencias y Reales órdenes que persiguen la cría mular y por lo tanto el uso del garañón, pero especialmente desde el Tajo hasta Andalucía. Valga recordar el Decreto de 18 de marzo de 1812 por el que las Cortes de Cádiz derogan todas las leyes y ordenanzas referentes a la producción caballar y mular, pero al mismo tiempo prohíben el uso del garañón en Andalucía, Extremadura y reino de Murcia.

Hasta el 17 de febrero de 1834 no se declara libre el cruzamiento entre yeguas y garañones, terminando así más de tres siglos y medio de persecución de la cría mular y por acción indirecta, del garañón.

Durante este largo periodo de su historia solo podríamos asegurar que entre la población de asnos existentes en Andalucía se mantendría, en mayor o menor pureza, un asno subconvexo, de gran talla y capa torda, desconocido para los autores extranjeros y poco conocido para los españoles, pues hasta López Cobos (1932), al referirse someramente a la Variedad Andaluza de la Raza de África, señala que “hay alguno que otro negro pero, en general, son tordos”, aunque posteriormente matiza que es en Córdoba donde se había mejorado más ostensiblemente y donde siempre presentaba la capa torda.

Por lo tanto, la historia de este asno ha de ser compendiada en dos periodos: el primero desde su introducción en la península por los camitas o por los árabes hasta principios del siglo XVIII y el segundo desde esa fecha hasta nuestros días.

Indagar sobre el primer periodo representaría una ardua labor investigadora de la cual no creemos se obtuvieran claras conclusiones ante la escasez de fuentes documentadas, así al menos se constata en los últimos estudios sobre ADN realizados, por lo que creemos más factible mantener la hipótesis que contempla la existencia de un asno subconvexo, de gran talla y capa torda, que conservó sus características a lo largo de tan dilatado periodo, quizás por su gran capacidad de adaptación a las condiciones agroclimáticas de su entorno y posiblemente porque transfería unas cualidades específicas a las mulas que se obtenían en su utilización como garañón.

Desde principios del siglo XVIII hasta nuestros días constituye el periodo más importante, el de consolidación de la que hoy conocemos como Raza Asnal Andaluza, o Cordobesa, tal como fue denominada durante muchos años al identificar su consolidación como raza en la campiña de esta provincia.

En este sentido, Jordano (1974) indica que el origen y fin de la ganadería asnal en la campiña de Córdoba tiene una evolución de acuerdo con las necesidades de esta, especificando que la cuna de la raza se ubica en un pueblo de la provincia, Fernán Núñez, de donde irradiarían los criterios de cría y mejora de esta raza.

Es precisamente en esta zona, según el autor anteriormente mencionado, donde se comenzó a seleccionar la capa torda rodada desde los primeros tiempos de la colonización y donde los criterios de selección en pureza se mantuvieron hasta la década de los 60, lo que no sucedió en otras localidades próximas, como la Rambla, en la que los ganaderos cruzaron con otras razas.

No hay constancia del número de animales en su momento de esplendor. Los censos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación son generalistas, no especifican la raza, en el de 1960 se censaron 686.000 asnos y en 1974 sólo 310.000 a nivel nacional, de los cuales, 68.731 se localizaban en Andalucía. En quince años, el censo disminuyó ostensiblemente, pero aún era un censo numéricamente importante, lo que contrasta con la aseveración de que en esa fecha era difícil encontrar ejemplares de la Raza Asnal Andaluza en la provincia de Córdoba.

Para determinar las causas de ésta drástica reducción de los efectivos, solo es necesario remitirnos a la desaparición de las mismas causas que originaron su creación y posterior expansión: el transporte de las cosechas en una zona con red viaria deficiente y la utilización de garañones para la obtención de mulos para la labranza. La Gran Raza Asnal Andaluza ya no era útil para la realización de las funciones para las que fue criada y seleccionada. La mecanización de la campiña cordobesa originó su desaparición con tanta o mayor celeridad que el tiempo que necesitó para su consolidación y expansión.

El periodo en el que ha existido mayor peligro de desaparición es el comprendido entre 1970 y 1995. El mantenimiento de asnas reproductoras en la Yeguada Militar de Écija para la obtención de garañones destinados a la producción mulatera, permitió mantener un núcleo de conservación, que aún cuando eran destinados primordialmente a la cubrición de yeguas, al menos también sirvieron para el mantenimiento del núcleo de asnas reproductoras. Sin embargo, la demanda de mulos también inició un declive a finales de los 80, lo que contribuyó a la reducción de su censo y a que en estos momentos la raza Asnal Andaluza se catalogue como en peligro de extinción.